Jugando con ideas 31
LOS
JUEGOS DEL TIEMPO
Observando los
festejos del Año Nuevo 2014 cómo se fueron sucediendo en los distintos países
del mundo, de pronto se me ocurrió asociarlos a los clásicos tiempos verbales
que aprendimos en la escuela: pasado, presente y futuro y jugar un poco con
ellos con miras a una toma de conciencia.
A las ocho de la mañana del 31 de
diciembre de 2013 en Argentina, vi que la televisión que en Nueva Zelanda se
estaba festejando el inicio del Año Nuevo a las cero horas del 2014.
¡Qué interesante! Estaba viendo en mi presente un evento que ocurría en mi futuro (el evento como tal, no su forma
local) con 16 horas de anticipación, gracias a la tecnología, a nuestro propio
festejo. Y cuando nosotros lo festejemos, los habitantes de Nueva Zelanda lo
verán en su propio presente como
algo que ocurrió en su pasado hace
16 horas atrás.
Este esquema se repetirá sucesivamente con Sídney en
Australia y con todas las demás ciudades del mundo ubicadas al Este de nuestra
posición aunque cada vez con menos diferencias horarias entre futuros y
pasados.
Al Oeste de nuestra posición nuestro
propio evento será visto por las demás ciudades como su evento futuro visto en su presente
virtual. Por ejemplo es el caso de Juneau la capital del Estado de Alaska cuyo
propio Año Nuevo llegará seis horas después de nuestro propio evento.
Este breve planteo con entrecruzamientos
de sucesivos pasados, presentes y futuros muestra que el evento “Año Nuevo” así
como otros que se festejan en todo el mundo tales como “Navidad”, “1° de Mayo”,
etc. están regidos por el Huso Horario
Mundial que fue ideado por el italiano Filopante en 1859 y que comenzó a ser
implementado a partir de 1890. Para que se entienda: cuando el sol, a raíz del
giro de la tierra de oeste a este, se encuentra vertical (cenit) sobre un
meridiano determinado (hay 24), convencionalmente decimos que son las doce del
mediodía. Por lo tanto en el meridiano anterior
ya son las 13 horas y en el próximo
situado al oeste recién serán las 11 de la mañana.
Este “tiempo geográfico” es el que usamos
habitualmente en nuestras actividades diarias y nada tiene que ver con el vivir
en el “Aquí y ahora” que pregonan los maestros espirituales lo que no significa
mantenerse anclado físicamente en el espacio cero de un meridiano. Vivir en el Aquí y Ahora es una actitud
psicológica centrada en el vivir todo como tiempo presente más allá del
discurrir geográfico del otro tiempo que no es otra cosa que evolución
(sucesión de cambios).
A este tiempo geográfico le podemos
sumar, además, la llamada localización geográfica basada en la existencia de
meridianos, líneas equidistantes que van de polo a polo, siendo el meridiano de
Greewich considerado por convención como el meridiano cero. Estos meridianos
son cruzados, a su vez, por las latitudes que nacen en la línea ecuatorial que
divide a la tierra en hemisferio norte y sur. El entrecruzamiento de un
meridiano con una latitud norte o sur son las cooordenadas que permiten la
localización de un punto preciso de la superficie de la tierra.
Está claro que el “tiempo geográfico”
(Husos Horarios) y la “localización geográfica” (coordenadas de meridianos con
latitudes), son estructuras culturales ideadas por los humanos para orientarse
sobre el planeta. Estas estructuras son completamente ajenas al orden propio de
la naturaleza.
Imaginemos por un momento que la raza
humana desaparece de la fas de la tierra como ocurre en la ficción “La tierra
sin humanos” miniserie de Alan Weisman (2007) emitida por History Channel. En ese caso
hipotético de golpe desaparecería todo el entramado creado por los humanos para
entender, dominar y usar en su beneficio a la naturaleza. De hecho toda la
cultura elaborada trabajosamente desde los albores de la civilización dejaría
de existir salvo sus manifestaciones físicas residuales.
Ocurrido esto ¿qué quedaría en una tierra sin humanos? La
respuesta es que continuarían inmutables los ciclos básicos de la naturaleza.
La tierra seguiría girando sobre sí misma e iluminando sucesivamente sus ríos,
mares, montañas, desiertos y selvas al tiempo que iría dejando en la penumbra a
otros, pero ya no estaríamos nosotros para llamarle día y noche.
Además la tierra seguiría con su rítmico cabeceo
que propicia el movimientos de las energías que hará que los pastos broten en
las praderas, que los granos y las frutas maduren, que los bosques pierdan sus
hojas pardo amarillentas y que la nieve cubra extensas llanuras; pero ya no
estaremos nosotros para llamarle primavera, verano, otoño e invierno.
La luna continuaría inmutable con sus
cambios de fases, pero ya no estaríamos nosotros para llamarlas cuarto
menguante, luna nueva, cuarto creciente
o luna llena.
En conclusión, la vida de la naturaleza
continuaría tanto dentro del sistema local como en su relación con el cosmos en
general preparándose, quizás, para dar lugar a otra civilización que no sea
predadora consentudinaria y más bien se integre en la naturaleza como
cualquiera de las otras criaturas que sobrevivieron. Más allá de la ficción todavía estamos a tiempo
de tomar conciencia de nuestro frágil mundo azul hundido en la negrura del
cosmos y cooperar con la madre naturaleza para salvarla y, de paso, salvarnos a
nosotros mismos como especie (egoísmo positivo si cabe el concepto).
Ricardo
Puerto Deseado.
Patagonia Argentina 9 de febrero de 2014
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