Jugando
con ideas 19
Tema:
El verano maduro
El verano maduro es aquella parte del verano que se
corresponde con la recolección final de los frutos de la tierra representada
simbólicamente por el Cuerno de la Abundancia.
El verano maduro, que los antiguos chinos llamaron “la
quinta estación”, se podría fijar, groso modo como el tiempo que va desde
mediados de febrero hasta el fin del verano para nuestro hemisferio sur
coincidente con las fiestas de la vendimia.
Para los que hemos tenido la suerte de vivir largos años en
contacto con la naturaleza disfrutando de los sucesivos cambios estacionales,
es precisamente en esta época cuando nuestro sentidos perciben un cambio, como
si una extraña pero grata calma se aposentara en todo lo que nos rodea.
La naturaleza parece haber alcanzado su máximo desarrollo.
Las energías han entregado toda la información formativa que traían y se
detienen como diciendo “misión cumplida”. Esta momentánea inmovilidad es lo que
percibimos como un gozo del corazón.
Y poco a poco, sin darnos cuenta aún, las energías exhaustas
comienzan su retorno espiralado hacia el centro respondiendo a la omnipresente fuerza
centrípeta que ahora reina en aquel vértice cero.
Si bien ya están vacías de programación, las energías llevan
de vuelta información de resultados para realimentar el siguiente proceso de la
vida que se manifestará en la próxima primavera.
Una
vez en el centro las energías se resuelven finalmente en sus elementos
abstractos esenciales incluido el espacio-tiempo asociado. Es la hora del sueño
invernal. La naturaleza se ha sumido en “su” Nada.
Y en esa Nada la conciencia de la naturaleza sueña un nuevo
comienzo; y en ese sueño las esencias más abstractas se van recombinando en
crecientes y complejas urdimbres que dan lugar a nuevos arquetipos cromáticos y
geométricos. Por último tiempo y espacio vuelven a anudarse dando así el
sustento-marco para un nuevo ciclo de vida. A su vez la fuerza centrípeta cede
su lugar a la centrífuga expansiva.
Mágicamente la Nada vuelve a ser Todo y las nuevas energías
juveniles cargadas de información formativa, eclosionan a modo de un “big bang”, en una nueva primavera.
Haciendo un parangón con el mundo del arte podríamos decir
que el punto más profundo del invierno, en función de lo que ocurre en su
interior, se puede considerar como lo abstracto, en tanto que el verano maduro
sería el estadio barroco de la naturaleza donde todas las formas llegan a su
máximo desarrollo y esplendor.
Ricardo
Dodecaedro Atlante
10 de octubre de 2011