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martes, 11 de octubre de 2011

Jugando con ideas 19


Jugando con ideas  19

Tema: El verano maduro


         El verano maduro es aquella parte del verano que se corresponde con la recolección final de los frutos de la tierra representada simbólicamente por el Cuerno de la Abundancia.

         El verano maduro, que los antiguos chinos llamaron “la quinta estación”, se podría fijar, groso modo como el tiempo que va desde mediados de febrero hasta el fin del verano para nuestro hemisferio sur coincidente con las fiestas de la vendimia.

         Para los que hemos tenido la suerte de vivir largos años en contacto con la naturaleza disfrutando de los sucesivos cambios estacionales, es precisamente en esta época cuando nuestro sentidos perciben un cambio, como si una extraña pero grata calma se aposentara en todo lo que nos rodea.

         La naturaleza parece haber alcanzado su máximo desarrollo. Las energías han entregado toda la información formativa que traían y se detienen como diciendo “misión cumplida”. Esta momentánea inmovilidad es lo que percibimos como un gozo del corazón.

         Y poco a poco, sin darnos cuenta aún, las energías exhaustas comienzan su retorno espiralado hacia el centro  respondiendo a la omnipresente fuerza centrípeta que ahora reina en aquel vértice cero.

         Si bien ya están vacías de programación, las energías llevan de vuelta información de resultados para realimentar el siguiente proceso de la vida que se manifestará en la próxima primavera.

Una vez en el centro las energías se resuelven finalmente en sus elementos abstractos esenciales incluido el espacio-tiempo asociado. Es la hora del sueño invernal. La naturaleza se ha sumido en “su” Nada.

         Y en esa Nada la conciencia de la naturaleza sueña un nuevo comienzo; y en ese sueño las esencias más abstractas se van recombinando en crecientes y complejas urdimbres que dan lugar a nuevos arquetipos cromáticos y geométricos. Por último tiempo y espacio vuelven a anudarse dando así el sustento-marco para un nuevo ciclo de vida. A su vez la fuerza centrípeta cede su lugar a la centrífuga expansiva.

         Mágicamente la Nada vuelve a ser Todo y las nuevas energías juveniles cargadas de información formativa, eclosionan a modo de un “big  bang”, en una nueva primavera.

         Haciendo un parangón con el mundo del arte podríamos decir que el punto más profundo del invierno, en función de lo que ocurre en su interior, se puede considerar como lo abstracto, en tanto que el verano maduro sería el estadio barroco de la naturaleza donde todas las formas llegan a su máximo desarrollo y esplendor.


Ricardo
Dodecaedro Atlante
10 de octubre de 2011